Bajo tierra, en el bosque

julio 3, 2008

Querido Joaquín:

Sí, compadre, han pasado ya cerca de dos años desde que te fuiste. La risa tarada que compartíamos a pocas cuadras de mi casa todavía resuena en mis oídos de cuando en cuando. Aquella felicidad sobra la cual nos regocijábamos: tan simple, infantil y, a pesar de todo, la más reconfortante que mi memoria alberga. Ahora mis risas son mediocres al no encontrar alguien de verdad con quien compartirlas, al verme envuelto en una realidad que en el colegio veíamos tan distante, que tanto anhelábamos, ¿recuerdas? Pero hago todo lo posible, muchacho, que no te quede duda. Ambos hemos crecido, madurado, casi evolucionado, pero estoy seguro que de volvernos a ver regresaríamos a ser los mismos idiotas que alguna vez fuimos. No nos caería mal…

No, no me malinterpretes, Joaquín… No planeo vivir del pasado. El pasado lo trato de asimilar a cada instante, concienzudamente, lleno de errores y lleno de triunfos también. Ahí está, formándome y llenando esta envoltura que el resto conoce como Mateo y uno que otro como «el chato». Yo siempre te recriminaba de pequeños el cómo me parecía patético que cometieras los mismo errores una y otra vez, sobretodo con las chicas. Muchas veces tenías un despegue que hasta yo mismo envidiaba para, poco después, caer en picada. Y empezabas de cero. Era entonces que yo te cogía de los hombros y te gritaba «No comiences de cero, hombre. Sigue adelante.» Nunca aceptabas lo que dejabas atrás. Dime, ¿allá afuera sigues cometiendo las mismas pavadas una y otra vez?

Sigo siendo el mismo tipo aburrido de hace muchos años. No corro riesgos, no me aventuro, soy el menos fiestero de todos… Mientras yo me llamo «serio», tu seguro me seguirás llamando «monse». ¿Qué puedo hacer? Si no me lleno de polvo en mi casa es porque salgo a estudiar y trabajar. La realidad que veíamos de lejos resultó ser muy dura, muchacho, y tú lo sabes bien. Involuntariamente te lo sigues recordando con cada día que pasas fuera del país cazando ingresos. Pero hemos aprendido a pertenecer al mundo real, de una u otra manera. Tu siempre miras al futuro… yo avanzo siempre de la mano con mi pasado. ¿Por qué no te quedaste o por qué no te acompañe? Supongo que hay cosas irreconciliables, incluso entre los más amigos.

Aquí estoy, en el pequeño bosque que emerge del gran hoyo frente a mi facultad que tanto me agrada visitar. Al ver las hojas moverse al compás del viento de invierno siento que el tiempo se detiene. En ese lapso es cuando más me doy cuenta de lo tontos que fuimos y que a veces lo seguimos siendo. Hasta que podamos madurar lo suficiente como para poder juntarnos de nuevo y disfrutar de aquellas infantiles risas taradas, seguiremos viviendo. Cuando vuelvas, me contarás todo lo que planeas y yo te diré todo lo que he vivido. Así, quizá, podamos de una vez volver a sentir que la realidad no es tan dura.

Mateo